Abuela, aprovecho que estoy un poco enfermito para escribirte unas letras. Como ahora tengo que estar en cama — y no puedo molestar a mi Mamá, abuela Kiki, Papá y a mi hermano Jona — tengo tiempo para contarte: lo que más me gusta es hablar por teléfono. Aprieto los botones como me parezca, y si no hablo, le doy golpes al televisor con el teléfono. Lo mío es hacer bulla abuela… bueno, ¡tú me conoces!
Me ingresaron en la Colonia porque tenía mucha fiebre. Parecía amigdalitis pero posiblemente son cuatro muelas que me están saliendo juntas. Como quiera que sea, ya me siento mejor. Te cuento una historia que me dijo otro niño en la Colonia. Dice que ocurrió a unos parientes de sus vecinos… unos africanos. No sé bien cómo son los detalles, pero te cuento de todos modos.
Sucede que esas gentes querían comprar un carro. Uno de medio palo pues están trabajando los dos y — aunque trabajan en el mismo lugar —, no siempre tienen el mismo horario laboral. Entonces tienen que esperar uno por el otro. Pues bien, fueron a un dealer de carros (eso es un concesionario de autos) y escogieron un Toyota Rav 4, del 2006 muy bonito. Como un jeepesito rojo. El auto tenía más de 122 mil millas y les parecía el precio muy alto. Entonces se sentaron a negociar el precio con el agente de ventas — un tal Chris. En la mesa de negociación, la muchacha, una joven quien parece tiene más espuelas para estas cosas le hizo una oferta a Chris. Se pusieron de acuerdo entonces con el precio, el adelanto (o downpayment como le dicen), y el interés del financiamiento. Chris les dijo que iría con el supervisor para ver si aprobaba la transacción. Demoró bastante en regresar. En ese momento los parientes de mi amiguito no tenían ni idea que toda esa espera es parte de un fraude, un complot.
Regresó el Chris con cara de alegría y celebración: ¡deal, deal, good deal! Lo cual significaba que el supervisor había aprobado la oferta de la joven. Todos muy contentos… ingenuamente. Esperaron otro tanto y Chris vino con un pretexto para irse: tenía que irse porque había muerto — dijo — el padre de un amigo. Tronco de mentira abuela, él necesitaba no estar presente en la firma de los documentos. Pero los parientes no sabían que aquello era una cama.
Los llamaron a firmar y otro tipo allí les dijo que firmarían lo que habían acordado con Chris. Recuerda que Chris — supuestamente — ya se había ido al funeral. Pero ese tipo no les entregó los documentos, ni les explicó una palabra, antes de firmarlos. Incluso, se los acercaba y les decía: “firme aquí” Pero sostenía los papeles. Los parientes de los africanos no podían imaginar que en ese lugar (el más importante dealer de autos de la ciudad), le estuvieran engañando miserablemente.
Cuando llegaron a la casa encontraron que habían firmado papeles con un precio muy superior al que acordaron. El interés del financiamiento también lo cambiaron altísimo. Tendrían que pagar, por los próximos cuatro años, la letra de un carro como si fuera nuevo. Un carro con más de 122 mil millas.
Regresaron al otro día y un supervisor (insolente, odioso, racista) les dijera que ya habían firmado; la transacción no podía cambiarse. Los parientes les dijeron que dejarían el carro allí mismo pero le respondieron que si hacían eso, el dealer llamaría la grúa y le llevaría el carro a la casa… también tenía que pagar la grúa entonces.
Imagínate abuela cuánta frustración ser víctima de un engaño de esa magnitud. Dicen que tuvieron deseos de todo… pero comenzaron a gestionar. Escribieron un mensaje al director general del dealer y le explicaron lo que sucedió. Hicieron un reporte en un sitio del internet sobre protección al consumidor. Llamaron a la policía para hacer un reporte. Casi nada de eso sirvió para para algo: recuerda que difícilmente la ley favorece a los pobres en este país.
Pero el director general respondió. Envió a otro supervisor para que analizara el caso. Hicieron una cita y se reunieron el lunes pasado. En la reunión no quedaron claros los detalles para la ejecución de esta patraña. Pero la joven no transó, casi se tira para el solar abuela. Si ves cómo estaban. Bueno, el asunto es que ese supervisor aceptó una salida: escojan otro auto y hacer todo el proceso de nuevo.
Salieron al parqueo otra vez y escogieron un Toyota Yaris del 2012. Éste con sólo 35 mil millas. Todo fue mejor, mucho mejor. Se deshicieron del carro rojo — y su inmensa deuda — por un carro más moderno y más barato. Ahora pagarán menos por un carro más nuevo. Están contentos… pero la experiencia fue devastadora.
Y por lo que llegó en el correo postal ayer… es posible que esta historia no haya terminado aún. Sucede que un banco — no sé, abuela, si ese es el único banco que trabaja con ese dealer — les informa que no acepta financiarles el carro. No dice muchos detalles, no saben sobre cuál carro hablan. Pudiera ser que como ese banco no acepta (sospechosamente) financiar el Yaris, los parientes africanos tengan que devolver el carro al dealer. Lo cual sería maravilloso: devolver el carro al dealer; que el dealer devuelva el dinero adelantado y en paz. Entonces ir a comprar otro carro… en otro dealer, uno bien lejos de esa madriguera de ladrones.
Abuela, esas cosas te cuento para cuando vayas a comprar un carro tengas mucho cuidado con los dealers. Si puedes evitarlos a todos… mejor. Siempre tratarán de robarte, de una u otra manera. Robando se hacen ricos abuela. Esos… y los otros, es la única manera de hacerse ricos: robar.
Aquí te dejo unas fotos de los carros que te conté.
Toyota Rav 4, del 2006
Toyota Yaris, 2012